lunes, 8 de agosto de 2011

Sólo quiero huir


El humo me despierta, soy yo y muchos. Cuerpos a mi alrededor, inertes y a la vez emocionados, llenos de energía, de ansia, esperan el final no con resignación. No termino de entender dónde estoy y por qué. El aroma a humanidad impregna mi piel, soy como ellos, esa habitación de techo bajo y paredes desnudas contiene nuestra esencia, nuestras prohibición. Somos los que no debemos ser. Ni un rayo de claridad descombra nuestra oscuridad. Huele a fuego, a perdición, huele a odio, huele a condena, a verdugo, a ejecución,  huele a ausencia de futuro.
Quiero gritar pero mi boca no se abre, intento levantarme y buscar la puerta, mis piernas no responden. Mi cuerpo me contiene, a los demás también. En sus interiores sus esencias se revuelcan, gritan, se resisten, sus cuerpos son pura resignación, nuestros cuerpos son nuestros verdugos.
Recuerdos me atropellan.
Soy yo gritándote. Soy yo riéndome de ti, de tus maneras, de tu gente. Soy yo como amenaza, soy yo incontenible. Somos nosotros en la casa que construyes para mi; costales por un lado, un jardín atrás, hay un árbol de guayabas lleno de cal, la terraza está colmada de botellas de cerveza, hay gente ahí. Me aprietas la muñeca para que baje el volumen, soy tu punto débil, dice todo el mundo, yo no cedo ni un grado.
Mis dedos están llenos de cal, siento que mi nariz me pica. Ya sé donde estoy, es tu “cuarto”, sin ventanas sin ventilación, perfecto para tus trabajitos. No sé por qué acepté que me adoraras, que me convirtieras en tu reina. Hoy me sacrificas. Sé que tú me has puesto aquí, sé que tú prendiste fuego a mi casa, sé que no te vas a arrepentir, sé que mi tono de voz me condenó. Pero a los demás, ¿a ellos qué los condenó?, no puedo ver sus rostros, ni siquiera siento el roce de su piel, los siento en la distancia, más de alguno ya no debe de ser más que un costal de huesos y piel a medio descomponer. Somos los que no debemos ser mientras tú eres, por eso dejaremos de ser.
Recuerdos.
Tú, yo, una cama inmensa y la vista al mar.
Tú, yo, una cama inmensa y el aroma a bosque.
Tú, yo, una multitud y tus brazos rodeándome.
Tú yo y alcohol.
Tú, yo y algarabía.
Tú, yo y mí vestido de novia.
El aroma de mi piel al quemarse me trae de vuelta, me veo arder peor no siento, ya no siento nada; ni rencor, ni ira, ni odio, no hay dolor, no hay felicidad, no hay. Soy ausencia de esencia, de emoción, lo único que falta de consumirse es mi cuerpo. Yo ya no existo.
Tu voz me trae de regreso, estoy bañada en sudor.
-cariño, cariño, estoy aquí-
Aparto tus brazos que me rodean y corro al baño y abro el grifo de la regadera. Reviso mi piel con urgencia, una mujer que no soy yo me mira desde el otro lado del espejo, su mirada me recrimina, me asombra, me muerde los labios. Me meto a la ducha y restriego mi piel. Abres la puerta del baño.
-¿estás bien amor?-
-fue una pesadilla- te contesto tajante mientras las gotas de agua recorren mi piel devolviéndole la sensibilidad.
-eh, amor, algo pasó con tu casa, hubo un incendio-
Sin abrir siquiera los ojos alguien dentro de mí te contesta.
-y no te atrevas a decir que no tienes nada que ver- era mi voz pero no mis palabras, tú te sorprendes aún más.
-voy a ver que tan mal quedo-
-te acompaño- digo saliendo de la regadera, me miras con extrañeza, pero no me dices nada. Abro una gaveta y saco un pantalón vaquero y una blusa, las zapatillas deportivas están en el armario, y la chamarra la levanto de los pies de la cama. Mi cabello aún estila agua, me besas la mejilla como tratando de leer mi humor. Salimos del departamento, la noche es fría, la camioneta está aparcada abajo, nunca he tratado de hacerte entrar en razón de que las SUV  contaminan demasiado. Tu negocio las requiere, tu imagen las requiere. Ocupo el asiento del copiloto, enciendes el motor, y partimos, la casa no está lejos. Dos kilómetros de distancia. Tu gente ya está ahí, nunca son buen augurio, son peores que tú, eso quiero creer. Sacan costales llenos de algo, de lo que quedo de ellos. Yo me mantengo a distancia, los siento.
Me tomas por hombros y me dices que todo estará bien, nada lo está.
Están ahí, dentro, esperándome, cruzo el umbral, las inmensas escaleras están frente a mí, miro hacia arriba, los veo,  sentados en los peldaños mirándome con sus ojos hundidos, sus pieles calcinadas. Bajo la mirada, siento mi piel arder. Doy un brinco y llego al jardín, mi guayabo sigue intacto, quiero llorar, me siento impotente, quiero huir de ti antes de terminar como ellos, quiero huir, no te quiero, quiero huir, esta no es la vida que quiero, sólo quiero huir.