El siguiente no pretende ser un ensayo, ni siquiera una disertación; el siguiente, es un texto que intenta plantear una problemática más que explicarla. Pues siendo el último “trabajo final” que haré para materias no puedo pedirle nada más; la seriedad nunca ha sido lo mío. Mucho menos “La Antropología” (sí, con mayúscula).
El siguiente debraye se articulará en relación a la actual construcción del género como bien suntuoso y si es que tal apreciación de mi parte tiene razón de ser.
La estructura será; empezar con una reflexión sobre Margaret Mead al respecto de la construcción social del género como categoría de orden. Lo cual se hilará a Pierre Clastres con la descripción que hace en “El arco y el cesto” sobre la posibilidad de salir a la dicotomía genérica, o en mejores términos, la no-determinación genérico-sexual. Para, de esta manera justificar las variaciones culturales en los planteamientos de Berger y Luckmann en lo tocante a la socialización primaria, en la cual, se empieza a impregnar a los sujetos con un género. Y con esto rastrearlo al contexto actual, donde Lipovetsky me servirá para exponer el devenir mujer como bien suntuoso y de manera teórica abordaré a Baudrillard con “La société de consommation” para poner al cuerpo sexuado como el moderno bastión identitario. Y para concluir el debraye englobaré la argumentación en la propuesta de Mary Douglas para una antropología del consumo, pues si bien como ella señala el análisis del consumo no puede ser tomado simplemente como una sola actividad, sino que los procesos de producción y distribución se sobreponen en diversas etapas, y así mismo son cruzados por todas las esferas de la vida social, pues, de esta manera también podemos alegar que los tipos de consumo y los artefactos no son solamente un medio para satisfacer una necesidad sino que la elección de ciertos artefactos sobre otros puede en sí misma posibilitar una lectura de sus portadores/consumidores. Desde ahí el género puede ser justificado como un bien suntuoso.
“Empiezo”
Empiezo con una justificación a mis justificaciones, ¿qué hay detrás de mi nece(si)dad de analizar al género a la luz de las teorías de consumo? Tal vez la urgencia de justificarme como un bien suntuoso; de justificar mi cuerpo no sólo como un bien de consumo, sino como un bien consumible por otros; ya se ha explicado el incesto como la “liberación” de mujeres, ¿por qué razón no podríamos alegar que en la modernidad los mismos sujetos se “liberan” para obtener los mayores rendimientos de su corporeidad? Bueno, tal vez es esto lo que intento justificar, pero considera que pudo irte peor; un debraye sobre las economías amorosas y su incorporación a las redes virtuales suena a algo muy “yo”. Considera mi moderación un presente.
Siguiendo la estructura
Algo que me interesaría rescatar con respecto a Margaret Mead es que sus estudios procuraban demostrar que los roles de género (Hombres/Mujeres) no son producto de una esencia (masculina/femenina) sino que son construidos culturalmente, por medio de los procesos de socialización (analizados por Berger y Luckmann) en los que se transmiten las características y modelos que la sociedad en específico valora como los adecuados a cada sexo. Se institucionalizan (en términos de Berger y Luckmann). De esta manera es que se “abre” la antropología al debate (que aún se genera) en torno a si las diferencias entre los individuos tienen una base anatomofisiológica o es completamente cultural. El ser “Hombre” o ser “Mujer” es atravesado por justificaciones “naturales”, las cuales son regladas y construidas socialmente. El género como sistema dador de certezas debe de ser preservado e inoculado en los sujetos como una condición “natural”, de esta manera es que Berger y Luckmann me parecen una posibilidad satisfactoria para explicar el papel de la socialización primaria en la constitución del género como condición dada en la propia “anatomía” del sujeto. He de definir, en un primer momento, a la socialización como el proceso mediante el cual el sujeto toma una dimensión social del sí, por lo tanto la socialización primaria que analizan los autores será la que atravesaría la niñez, y es gracias a ella que un sujeto puede convertirse en un miembro de la sociedad, el proceso es de orden cognitivo y emocional, en él es que se forma el primer mundo del sujeto, y ¿qué cosa hace mayor certeza que “Es un niño”? El género con sus frases pre-escriptivas viene a dar certezas en la “crianza” de los individuos; un “niño” y una “niña” no-son iguales.
El artículo “El arco y el cesto” gira en torno a la distinción de género, a la construcción dicotómica-abierta y los tabús que rodean a sus “objetos”.
El espacio, los objetos y las actividades son reglados por distinciones de género, lo cual está permeando la estructura social del grupo. El orden socio-sexual es preservado con tabús. Y en la descripción que hace de las actividades cotidianas también se aborda el no-lugar entre los campos simbólicos, el caso de los hombres que llevan cestos, cómo es que uno acepta su condición transformándose en “mujer”, pero al que reniega del “cesto”, se le sigue considerando/viendo como un “hombre” desprovisto de su cualidad/calidad lo cual lo hace objeto de burlas.
La construcción de los géneros, que en primera instancia pudiera pensarse dicotómica, cobra una complejidad sorprendente cuando el autor hace un análisis de la organización del pueblo sobre el “ceder”; la estructura de dependencia que se sustenta en los dadores de sentido: el panné.
Ceder; ceder la comida, ceder a la mujer, ceder a las hijas. Mantener la estructura grupal.
Es de esta manera que Clastres hace una aportación a la comprensión del género no como una simple división de sujetos sino como parte nodal de la supervivencia de los grupos en cuanto instaurador de sentidos y de cohesión.
Con estos supuestos podemos retomar a Berger y Luckmann que se centran en los aspectos que hacen aprehensible y maleable la cultura por un sujeto/subjetivo y ponen gran atención a los procesos que hacen posible la introducción/familiarización de una lógica dadora de sentido a un individuo nacido en cierta sociedad. Pues la realidad se vivencia como “realidad subjetiva”, porque estamos interactivamente en ella, sin embargo se da un proceso de mínima objetivación que se produce por medio de la triangulación/dialéctica. Y ¿dónde me deja esto? A las puertas de intentar explicar el fenómeno desde la contemporaneidad, el cinismo que me alberga y el apego a autores desacreditables.
Re-empiezo
Según Lipovetsky, la “mujer” ha atravesado tres fases; la mujer naturaleza/depreciada, la mujer belleza/exaltada, la mujer moderna/indeterminada. Esta última mujer no conlleva o es producto de una subversión de los roles de género, sino de una apertura a las esferas de poder; sin embargo, es su misma condición de “fémina” lo que la sitúa como subalterna. La mujer sigue siendo “mujer”, y desde este sistema génerico imperante la “mujer” como producto histórico/social no puede revelarse, ahí es muy claro Lipovetsky:
El lugar contemporáneo de las mujeres en el mundo laboral y familiar ilustra de manera ejemplar la figura de la tercera mujer como mixto avance igualitario y de continuidad desigualitaria. En nuestros días, las mujeres han adquirido el derecho a la independencia económica, a ejercer todos los empleos y todas las responsabilidades, y, sin embargo, la diferencia trabajo masculino/trabajo femenino subsiste ampliamente; las mujeres son en su mayoría activas, pero su preponderancia en la esfera doméstica sigue siendo escandalosa. En la época de la posmujer de su casa, el reconocimiento del principio igualitario de plena posesión de sí misma no impide en modo alguno que perduren lógicas disímiles en cuanto a roles sexuales. (Lipovetsky, 2002:222)
Entonces, ¿qué está pasando con la “(pos)mujer”?, ¿Cuáles son los ejes que siguen definiéndola? La mujer de esta época, dice el autor, es la “indeterminada”. Si esto fuera cierto su indeterminación estaría acercándola a una descarnalización del género como condición “natural”, sin embargo la Mujer ha visto en la actualidad un despliegue de artefactos/medios/dispositivos para hacer de la feminidad una trinchera que le permita ganar batallas. Más que plantear una mujer indiferenciada yo plantearía una hipermujer; atenta a los marcadores de feminidad y jugándolos a su favor. La mujer de hoy se ha descubierto no-mujer-natural, pero prefiere seguir arropándose en el sistema de orden genérico. Es como jugar 21 contando. (Sí, ya sé, exagero, pero en algún nivel y porcentaje el pre-consciente debe de estar manejando esta idea; <pasar 3 horas “arreglándote” para salir> me da un poco de razón.)
La “mujer” y el “hombre” tienen un vehículo donde se concretan; el cuerpo
Siguiendo la tangente es que cuelo a Baudrillard entre mis líneas, de cuando esto se vuelve una narrativa insulsa y pusilánime que intenta ver la luz y no el fondo del gabinete.
Si jadis c’était <l’âme qui enveloppait le corps>, aujourd’hui c’est la peau qui l’enveloppe, mais non pas la peau comme irruption de la nudité (et donc du désir): la peau comme vêtement de prestige et résidence secondaire, comme signe et comme référence de mode (et donc subtituable) à la robe sans changer de sens, comme on voit bien dans l’exploitation actuelle de la nudité au théâtre et ailleurs, oú elle apparait, en dépit de faux pathétique sexual, comme un terme de plus dans le paradigme du vêtement de mode. (Baudrillard, 2005:201-202)
El cuerpo y en particular, la piel, se han vuelto vestimenta/residencia y prestigio. Es la arena donde se juegan las nuevas fichas de la integridad del ser y de la diferencia, ya no es la ropa, el vestido, es el cuerpo en su “naturaleza” el que nos trae vestigios de su condición humana/deseable. Es el cuerpo donde se almacenan las certezas. Tal vez tal afirmación pueda ayudarnos a entender cómo es que el cuerpo y su cuidado/mantenimiento se ha posicionado en el centro de nuestra integridad, el cuerpo no sólo da certezas a los demás de nuestra “condición”, nos las da a nosotros mismos, aunque, “yo no tengo un cuerpo, soy un cuerpo”. Y ¿a dónde apunta esta economía del “tener un cuerpo”? A la funcionalidad; el erotismo funcional, la belleza funcional, todo acallando miedos y disparidades, debemos estar pre-ocupados en conseguir “El cuerpo” heteronormativo, en ningún momento se cuestiona la posibilidad de tener/ser/vivenciar el/nuestro cuerpo desde sus particularidades. A nivel del cuerpo las estructuras sociales de producción y control se tejen, los dispositivos nacen en y desde el cuerpo; el cuerpo deviene sexualizado.
“Le corps est étroitement mêle aux finalités de la produccion comme support (économique), comme principe d’integration (psychologique) dirigée de l’individu, et comme stratégie (politique) de contrôle social.” (Baudrillard, 2005:213)
Desde el cuerpo reglado y reglamentado es que consumimos, consumimos para ser el cuerpo del aparador, el heteronormativo, el cuerpo “Mujer”, el cuerpo “Hombre”; con todas las letras y las dimensiones correspondientes. La industria del plástico se nos ha encarnado. Y me veo tentada a decir que los sujetos son desposeídos de sus propios cuerpos, pero, ¿qué tal si lo que está pasando es que se los están, verdaderamente, apropiando? El cuerpo es consumible, todos, cualquiera, masa amorfa que debe ser estructurada por los cánones de la belleza funcional para dar placer funcional; pues detrás del cuerpo hay placer, “siempre”.
Y lo único que me queda por hacer es un sopicaldo primigenio con las propuestas de Mary Douglas sobre la antropología del consumo orquestando la batea; abordar la economía corporal desde las articulaciones simbólicas que dan lugar y condicionan el consumo del ser/tener. El consumo es una construcción socio-cultural.
Nunca he sido de seguir guías ni caminos, y este debraye no ha sido la excepción, desde un principio he ido mezclando la propuesta de Douglas para hacer legible la importancia que tenía para mí considerar al género y al cuerpo, como depositario del mismo, un bien consumible. Los sujetos se movilizan en “el mundo” con la certeza de un género bajo el brazo, mismo que los irá condicionando en todas las esferas de su vida desde los consumos y apropiaciones que hace; el cuerpo como depositario de está “realidad” no es el quiebre a la norma (y si se necesitan “pruebas” ahí están los individuos que son nominados como “trans”); el cuerpo siempre dice algo de sí. Lo obligamos a hacerlo.
Bibliografía
Baudrillard, Jean. 2005. La société de consommation. Paris: FolioEssais.
Berger, Peter L. y Luckmann, Thomas. 1968. La construcción social de la realidad. Buenos Aires: Amorrortu.
Clastres, Pierre. 2010. “El arco y el cesto”, en La sociedad contra el estado. Barcelona:Virus. pp. 111-138.
Douglas, Mary. 1990. El mundo de los bienes: hacia una antropología del consumo. México: Grijalbo.
Lipovetsky, Gilles. 2002. La tercera mujer. Barcelona: Anagrama.
Mead, Margaret. 2006. Sexo y temperamento en tres sociedades primitivas. Barcelona: Paidós.
deberías de escribir más seguido, me agrado, tu escrito. saludos desde monterrey.
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