martes, 31 de agosto de 2010

a tres voces

Hace tanto que la vida me sabía a lo mismo, la misma mierda, la misma sustancia que termina quemando las papilas, tanta misma gente y a la vez nadie. Nos aglomeramos para volvernos amorfos sin sentido, sin posibilidad de distinción, sin nada que nos haga auténticos. Nos volvemos los otros, los ausentes, los nulos, los que están sin ser, sin despertar, los que andamos con la esperanza de poder quedar debajo de algún camión, los que vamos por la vida por no tener el suficiente valor de ser suicidas. Los que no son, los que nunca están… los que no debemos ser.



Pero nadie intenta moverse. Con los ojos clavados en el suelo nadie puede. El hipnotismo del pavimento es atrayente, el aleteo de la mosca nos asfixia. Nos volvemos lo que tememos, estamos junto a otros muchos “otros” y nunca los tomamos en cuenta, nunca importan, sólo son pilares que nos constriñen, sólo somos púas de otros. Sólo carne sin podrir, sólo ausencia de vacío.


Sólo busco la distancia, la multitud me altera los sentidos, me hundo en un pozo sin fondo, las paredes son cabezas, bocas gritonas, soledades ruidosas, dientes que arrancan los dedos si intentas detener la caída. El vacío es interminable… la desesperación se torna parte de lo habitual, y no somos nadie, los pensamientos que nos inundan la cabeza vienen de un lugar ajeno a nosotros, de una dimensión que no responde a lo que en realidad necesitamos, nos creemos; feos, gordos, “indios”, tontos, inútiles, gueto, fatales, perversos, psicópatas, tenebrosos, amenazantes, débiles, corrientes, ojetes, vulgares, inconsistentes, incompletos, ilegales, inmorales, palúdicos, larguiruchos, chaparros, enanos, monstruos, humanos. Y nos venden una solución para cada cosa, nos venden la receta del ser perfecto, nos mienten, nos asfixian, nos desfalcan. La vida se esconde a cada esquina, nos grita para que la alcancemos pero estamos cansados de su juego, a las dos cuadras dejamos de seguirla, no tiene chiste gastar la energía por ver pasar una mariposa a medio kilómetro, las manchas en el aire no nos provocan mucho entusiasmo.

Somos victimas y victimarios, alimentamos lo que nos descuartiza,


Pero la insuficiencia para vivir me empapa lo más hondo, el contacto quema, me asfixian, la podredumbre se respira a kilómetros, la incapacidad para vivir, para ser, para hacer. Tus ojos oscuros me gritan, en su forma triste me dejan recados, caricias, el recuerdo de tu mirada brulante me transporta a otros sitios, quisiera... quisiera... no debería querer, el desastre a mí alrededor exige lo contrario: atasco, desesperanza, monotonía, cuidado. Arráncame las manos para que dejen de quemarme la mente, los ojos para no tener que ver lo que no quiero, la vida nos mata un poco a cada rato, mata las esperanzas, las promesas, los amores, las razones, sólo no nos matamos por flojera, no por falta de convicción. Caminos sin rumbos, deambulamos por los pasillos del hacer con pantuflas y comiendo mocos. La vida no está, no nos deja, largate...déjanos no vivir, deja de restregarnos en la cara lo que no somos, lo que no seremos, las carencias, las enfermedades, los imposibles, los limites... estoy harta... yo soy los límites... hasta donde el cuerpo aguante, hasta donde la mente dé de sí, hasta donde las tripas no intenten devorarse unas a otras, hasta donde tu recuerdo me llegue, hasta donde se me siga encrespando al piel al pensar en ti, hasta “más no poder”.

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